Paula se levanta plácida, llena de energía. Hoy tiene el día libre porque en el trabajo ayer entregó ese proyecto importante y en la universidad está de vacaciones. Coincide en día libre con su novio, Esteban, con quien saldrá de paseo por la tarde. Este seguro será un día fantástico, el sol salió ahora bien decidido a quedarse todo el día, mucha lluvia como que también aburre, piensa Paula. Su mamá ha sido muy amable en el desayuno, y su papá, en un raro gesto romántico, fue al jardín y cortó dos rosas, una roja y una blanca. La roja para mamá y la blanca para vos, le dijo cuando entró del jardín. Todo parecía perfecto, porque Paula aún no había recibido un par de mensajes en su celular que le amargarían el día.
Después del desayuno Paula va a supermercado a comprar cosas para la casa y para ella. Va feliz, va contenta, todo mundo parece amable, este es un día bonito, le cuesta pensar que hayan gentes amargadas. Camina por los pasillos del super y escoge los productos: leche, corn flakes, yogurt, azúcar. Luego pasa a la sección de lencería y compra ropa interior, quién sabe, tal vez y haya suerte con Esteban hoy por la noche.Mientras sonríe pensando en su novio, le llega el primer mensaje de celular:Tenés que venir. El cliente no autoriza el proyecto y está molesto.
El proyecto es uno de los más importantes de la empresa, y el cliente estuvo en cada paso del desarrollo y estuvo de acuerdo con todo. Fueron varios fines de semana y noches de desvelo y aparentemente, todo quedó perfecto. ¿Qué habría fallado? La empresa dependía en buena parte de ese proyecto para este año, y si se pierde el cliente, las cosas se pondrán muy malas. Muy malas.
Paula llama entonces a Esteban y anula los planes para la tarde. Nota a Esteban algo molesto, pero no tanto por los planes anulados sino por algo más. Y recuerda que en días anteriores tuvieron una pelea algo rara. Se siente mal porque esperaba de su novio algunas palabras de aliento, porque él sabía lo importante que era para ella ese proyecto. Él, que siempre había estado con ella, ahora pareció tan distante, tan incomprensivo. Ni siquiera respondió el tequieromucho que ella le dijo cuando se despidió.
Bueno, pensó Paula, hay que hacerle, porque no queda de otra.
Cuando sale del super, algunas nubes están amenazando con llevarse el bonito día que hasta ahora estaba haciendo. Para qué quiero ahora un día bonito, pensó amargada Paula, y salió del comercial rumbo a su casa sin la sonrisa y el buen ánimo que traía. Una mujer policía la mira y hace un inexplicable gesto de desprecio mientras ella pasa y cruza la calzada para llegar a su colonia. Al llegar a casa, su mamá le reclama varias cosas que no había traído: carne (cómo se la había encargado), sal y condimentos. Si no me ayudás m’hija, quién lo va a hacer, no te puedo encargar ni una cosa pequeña que no me la hacés. Y tu padre, que salió bravo a saber por qué. Una se cansa, así no se puede.
Paula se arregla para ir a la oficina de mala gana, siente un poco de náusea al pensar en qué podría estar mal del proyecto, si todo estaba bien, qué se yo, tal vez una falta de ortografía, yo le dije al Gustavo que ese su color verde no iba bien ahí y de plano que eso no le gustó al cliente. Y yo, que soy la principal responsable, de seguro, despedida. Yo, que trabajé más que ninguno y que dí más del 100%, voy a quedar sin empleo. Adiós carro, adiós luna de miel en Cancún, adiós casamiento. Una lágrima de cólera se le sale mientras cambia de rojo a verde un semáforo de la Avenida Reforma.
Al llegar a la oficina, la cosa parece cementerio. Nadie habla, y todos están pasando el tiempo leyendo, viendo videos en internet, bajando música. Mayra, su jefa, le explica que el cliente llamó muy molesto en la mañana y que quería explicaciones por la tarde. Hasta hizo una amenaza velada de quitarle la cuenta a la agencia. No se mira bien la cosa vos, así que repasá la presentación y todo el material, porque habrá que defenderse y aguantar la tormenta que se viene.
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